martes, 15 de enero de 2013

Tú amas a alguien, y luego se van. Vienen a casa un día, comienzan a hacer las maletas, y uno dice: «¿qué sucede?». Y ellos contestan: «tengo una oferta mejor de otra persona». Y se van, saliendo para siempre de tu vida, y después de eso uno está muerto, y va arrastrando por ahí ese gran trozo de amor sin tener nadie a quien dárselo. Y si uno encuentra a alguien a quien dárselo, vuelve a suceder lo mismo. O uno llama por teléfono un día y dice: «soy Jason». Y te contestan: «¿quién?» Y sabes que ya se acabó todo. No saben quién eres. De modo que supongo que jamás lo supieron; jamás los tuviste.

El amor no es solo desear a otra persona del modo que uno desea poseer un objeto que ve en una tienda. Eso es simple deseo. Uno quiere tenerla consigo, llevársela a casa, y colocarla en algún lugar del apartamento, como si fuera una lámpara. El amor es... como un padre salvando a sus hijos de una casa en llamas, sacándolos, y entonces muriendo él. Cuando uno ama, deja de vivir para sí mismo; vive para otra persona.

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